lunes, 16 de abril de 2012

Alimentación y placer, ¿son compatibles?



La hiperestimulación que recibimos

El gran error de nuestra cultura está en la necesaria asociación entre placer y el exceso en cuestiones relacionadas a los sentidos. Cuanta más estimulación de sensaciones reciben nuestros cinco sentidos, más y más novedad y acumulación de estímulos se necesita para producir placer. Y esto funciona tanto para los placeres visuales como auditivos o del gusto. Creer que, en cuestiones de salud, alimentación y placer van reñidos, es un gran error que puede llevarnos a importantes alteraciones en muchos campos de la salud.

Placer y comer sano es compatible

El placer y alimentación no necesariamente están relacionados con grandes comilonas y rebuscadas preparaciones. Tampoco una dieta saludable se define por estrictas prohibiciones y aburridas ingestas.

Así lo han entendido quienes, en situaciones críticas de salud, se han visto obligados repentinamente a aprender nuevamente a saborear y a encontrarle el gusto a otros alimentos.

Los criterios acerca de lo que es sabroso cambian en las distintas culturas y regiones del mundo, lo cual demuestra que se trata de una cuestión de hábito.

Modificar esos hábitos en nuestra alimentación, aprendiendo a elegir lo que es sano y a la vez placentero, puede prevenir muchas patologías como el colesterol, la ateroesclerosis, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, etc.

En la variedad está el secreto

Comer sanamente no significa que tengamos que privarnos de todo lo que nos gusta: lo mejor es comer variado y saber qué comer, cuándo, en qué cantidades y cómo presentarlo. Para ello, es necesario tener información básica sobre las necesidades del organismo, y las combinaciones que admite una alimentación equilibrada.

También es necesario disponer del tiempo suficiente para organizar, cocinar y paladear la comida. El organismo humano está diseñado para conseguir su función óptima con un régimen bajo en grasas, regular en proteínas, muy bajo en azúcar y alto en fibra y otros carbohidratos.

La proporción y combinación de los alimentos es clave

La dieta actual de las sociedades occidentales, sobre todo las urbanas, se compone de doble cantidad de grasas, una proporción mucho más alta de ácidos grasos saturados frente a los insaturados, un tercio de la ingesta diaria de fibra recomendada, mucho más azúcar y sodio, menos carbohidratos complejos y escasos micronutrientes.

Para recomponer este desbalance debemos aprender a elegir los alimentos y combinarlos en proporciones más sanas:

  • Cereales integrales de 6 a 11 porciones que aportan energías y vitaminas.
  • Hortalizas de 3 a 5 porciones.
  • Frutas de 2 a 4 porciones.
  • Proteínas animales y vegetales de 2 a 3 porciones, aumentando el consumo de pescado en relación a las otras carnes.
  • Lácteos de 2 a 3 porciones.
  • Grasas, aceites, harinas y azúcares: una ínfima proporción.

Cada caso debe ser tratado de forma individual.

Esta es sólo una guía que puede servir de modelo, pero los nutricionistas advierten que cada organismo es diferente, debiéndose atender a las señales de saciedad que emite el propio cuerpo. Los riesgos de una mala alimentación pueden incluir excesos y defectos, y sus efectos van desde la desnutrición a la obesidad, pasando por la bulimia y la anorexia.

La desnutrición se manifiesta fundamentalmente como consecuencia de grandes problemas estructurales de la sociedad, como la pobreza, marginalidad, desocupación, falta de educación, etc. La obesidad, en cambio, es una enfermedad que está muy ligada a problemas en los hábitos de consumo.

¿Cuáles son los hábitos que más nos perjudican?

Entre los hábitos que conducen a la obesidad se destaca el consumo de grandes cantidades de la denominada "comida chatarra": muchas grasas y azúcares, hamburguesas, tocino con huevos, helados, gaseosas, papas fritas, etc.

Si bien la obesidad se da con mucha frecuencia en los países desarrollados, entidades como la OPS advierten del crecimiento en sociedades más carenciadas, como consecuencia de una dieta desbalanceada.

En esas circunstancias, las personas engordan por el consumo excesivo de harinas: pan, fideos, arroz, frijoles, según la región. Otras alteraciones como la bulimia y la anorexia se deben más bien a los mandatos sociales sobre el ideal de belleza, sobre todo en la adolescencia y la juventud.

La prevención es la mejor solución

Todas estas cuestiones deben ser aprendidas desde muy pequeño en el ámbito familiar y escolar. Es prioritario dar un lugar de importancia al momento de la comida, en el que además de una necesidad biológica se satisfagan la necesidad de encuentro con los afectos, de diálogo, de comunicación.

Cuando las condiciones de vida no permitan hacer un alto varias veces al día para sentarse en torno a una mesa y compartir el ritual de la comida compartida, es preferible elegir al menos uno para respetarlo y repetirlo diariamente.

Transformar al comer en un momento de alegría, creatividad y placer no es difícil. Sólo es necesaria una férrea convicción, algo de buena información y el deseo de mejorar nuestra calidad de vida.


Fuente: www.enbuenasmanos.com / Josep Vicent Arnau

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